8 de octubre de 2016

TROFEO A LA MEJOR FAENA CASTELLAR (JAÉN)

   


         El matador de toros Juan Ortega recibió ayer, viernes 7 de octubre de 2016, el Trofeo a la Mejor Faena de la Feria de Castellar 2016 por su actuación del pasado 14 de agosto en dicha localidad jienense en la que desorejó a su primero de D.Eliseo Morán abriendo la Puerta Grande. 

¡Enhorabuena Juan!





OREJA PARA JUAN ORTEGA EN EL HOYO DE PINARES (ÁVILA)

Tres cuartos de entrada. Toros de La Quinta para los matadores Paco Ureña (silencio), Daniel Luque (dos orejas), Juan Leal (dos orejas), Juan Ortega (oreja) y el novillero sin picadores "El Lauri" (silencio).





         No era un festival al uso. Las proximidades del "Valle del Terror" marcan el carácter de sus gentes. Exigencia en la colocación, en el toreo fundamental y en la entrega estuvieron a la orden del día.
       Soñábamos con esa embestida a "la mexicana" de la línea Buendía, pero no fue el caso. Desrrazado, el de La Quinta no empujó la pañosa. Se pintaban los naturales pero faltaba el trazo final. En una arrucina ligada con un cambio de mano el toro prendió al matador volteándolo aparatosamente. Recobrada la normalidad, esta vez si cayó la arrucina y el cambio de mano y el molinete y el pase de pecho y la ovación. La entrega total se desbordó al andarle sobre las piernas, con mucha torería. La espada, delantera, acabó rápido con el burel y una oreja más (pero no al uso) fue a parar a manos del torero.







PUERTA GRANDE Y FAENA PARA EL RECUERDO EN POVEDILLA




Plaza de Toros de Povedilla (Albacete). Lleno de "No hay billetes". Toros de Samuel Flores y Castillo de Montizón para el rejoneador Curro Bedoya (oreja) y los matadores Enrique Ponce (dos orejas), Juan José Padilla (dos orejas y rabo), David Fandila "El Fandi" (dos orejas), Paco Ureña (dos orejas) y Juan Ortega (dos orejas). 


        "Tienes que consentirlo, no le obligues en las primeras tandas y sobre todo ten paciencia y confía en que romperá" fueron las palabras que el maestro Enrique Ponce le dedicó a Juan Ortega poco antes de que se abriese la puerta de toriles. Lo que sucedió después no se cuenta, se siente. En el recibo de capote oleadas y malos modos hacían presagiar una mala condición del toro, sin embargo, un quite por chicuelinas rematadas con una media rodilla en tierra nos hizo recuperar la esperanza. Y así fue. 

            La paciencia, el buen trato, la distancia, el temple, la altura... hicieron de aquella faena una de las más importantes de su carrera. Pleno, roto, hundido, dibujó naturales eternos. El pico de la muleta, apoyado en el suelo, volaba de un lado para otro acariciando la testud del toro. Arrucinas, molinetes, trincherazos, pases de las flores, faroles, cambios de mano, kikirikís... alimentaron una obra cuyo secreto estuvo en la entrega. El de Samuel recordó las tardes de gloria de la ganadería: clase, nobleza, prontitud, cadencia, ritmo y fondo. Mucho fondo. La espada emborronó el delirio. Con la noche encima y el alma arañada, en la calle se escuchaba "la pata", hubiese cortado "la pata".



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